
En 1973, a escasos días de las elecciones que consagrarían la formula Perón-Perón y en pleno interinato de Raul Lastiri, quien sucedió al Dr Campora y lideró el proceso de derechización del gobierno peronista, el PRT-ERP protagonizó un ataque a una unidad militar en lo que constituiría el primer acto guerrillero en democracia.
El 6 de setiembre de 1973, la compañía José Luis Castrogiovani del Ejército Revolucionario del Pueblo intentó sin éxito la toma del Comando de Sanidad del Ejército Argentino, en pleno barrio de Parque Patricios. El objetivo principal de la acción era apoderarse de un importante arsenal. Este hecho adquirió particular importancia ya que se trató de la primera operación militar realizada por alguna organización guerrillera en plena democracia.
Los 14 insurgentes ingresaron en el cuartel aproximadamente a la 1 y 30 de la madrugada. La guardia les permitió la entrada debido a que un soldado dragoneante – Hernán Invernizzi – integrante del ERP desde 1972, cumplía con el servicio militar obligatorio en esa unidad. Haciendo uso de su autoridad sobre los soldados rasos, ordenó abrir las puertas del cuartel. En un primer momento la toma se desarrolló por la fuerza pero sin combate, como se había acordado en el planeamiento de la operación. El comando guerrillero ejecutó el plan que había estudiado minuciosamente, aunque el azar jugó sus fichas. Luego de que en un intercambio de disparos en la guardia interna del cuartel, un soldado, un teniente primero y un insurgente resultaran con heridas leves, en una distracción de quienes los custodiaban; dos conscriptos lograron evadirse y a una cuadra del Comando, se encontraron con un patrullero.
En pocos minutos, el lugar se encontraba sitiado por fuerzas policiales. Los guerrilleros podrían haber roto fácilmente el cerco de las fuerzas de seguridad, ya que tenían armamento y entrenamiento militar suficiente, sin embargo decidieron esperar a que amaneciera y rendirse ante jueces y periodistas. Esta decisión del grupo estuvo fundada en la determinación ineludible de no poner en riesgos al vecindario y al personal civil.
Por la mañana, luego de que se sumara el Ejercito al sitio del cuartel, los guerrilleros se rindieron y comenzaron a salir con las manos en la cabeza a la calle Combate de los Pozos. Cuando todo el contingente estaba bajo control de las fuerzas de seguridad, se escuchó en el interior de la unidad militar tiros de fusil. Como resultante de este confuso episodio, resultó herido de muerte el teniente coronel Duarte Hardoy.
Radiografia de una toma.
Los interrogantes que se presentan ante esta operación son muchos. Uno de los principales es por qué una organización armada decidió atacar un cuartel del Ejército e ir a buscar a su enemigo en el lugar en donde es más fuerte y hacerlo además en plena democracia.
Hernán Invernizzi, uno de los principales protagonistas del hecho sufrió varios años de prisión por su participación en la toma. El ex guerrillero afirma: “Se decide hacer esta operación porque yo estaba ahí. Si yo hubiera estado en otro cuartel, se podría haber elegido ese otro lugar. Si me tocaba el Regimiento Patricios, no se hacia ya que a nadie se le hubiera ocurrido atacar semejante monstruo. En ese momento, en la Regional Capital Federal, era el único lugar en donde podíamos hacer algo”
Rubén Oscar “Zurdo” Suárez fue el jefe del comando guerrillero. Era miembro de la conducción regional y hacia solo tres meses que estaba en libertad gracias a la amnistía para los presos políticos que decretó el presidente Campora. “Elegimos ese momento porque Invernizzi cumplía su ultimo mes en la unidad militar y era en ese momento o nunca” afirma.
La estrategia política general del PRT- ERP para la época y su posición frente al gobierno de Hector J. Cámpora fue hecha publica en mayo de 1973 en un volante titulado “Porque el ERP no dejará de combatir”. El panfleto, redactado por el mismo Roberto M. Santucho y refrendado por toda la dirección perretista, delineaba las directrices que la organización seguiría frente al nuevo escenario político-institucional: “El gobierno que el Dr. Cámpora presidirá representa la voluntad popular. Respetuosos de esa voluntad, nuestra organización no atacará al nuevo gobierno mientras éste no ataque al pueblo ni a la guerrilla. Nuestra organización seguirá combatiendo militarmente a las empresas imperialistas y a las fuerzas armadas contrarrevolucionarias”.
La discusión interna en el seno del ERP debido a esta posición fue muy fuerte. Invernizzi cree que esta concepción estaba profundamente equivocada: “No se puede establecer de ese modo una diferencia entre Gobierno y Estado”.
Pablo A. Pozzi, Doctor en Historia y docente de la UBA especializado en movimiento obrero argentino y ex militante del PRT tiene una posición parecida: “Concebir que podes atacar las FFAA y el gobierno no va a hacer nada es una ridiculez”.
El Zurdo Suárez relata una discusión que tuvo con un grupo de militantes que da una posible explicación a la confusión teórica de la organización: “La toma se organiza de acuerdo a los lineamientos fijados por la conducción: amnistía para la policía y no para el ejercito”. Esta frase revela que en la concepción del PRT-ERP, la policía representaba el poder represivo del Estado, ya que dependía del poder ejecutivo, más precisamente del ministerio del Interior, mientras que el Ejercito era percibido como una fuerza autónoma e independiente del Estado. El debate interno fue muy encarnizado: “El ataque generó muchas discusiones. Los compañeros decían que era contradictorio con lo que yo decía. Yo venía involucrándolos para el asunto del laburo de masas y con la gente. Ellos decían que con esta acción pudríamos todo”
Una vez zanjada la discusión, esta estrategia fue seguida consecuentemente por el partido en su conjunto. Los resultados y el progresivo aislamiento del PRT-ERP rebelarían el erróneo camino tomado y serían los causantes de gruesos errores en los pasos tácticos que la organización tomaría: “Sanidad es el paradigma que resume los errores de concepto de la estrategia del partido, pero la operación se enmarcaba perfectamente en la línea que habíamos tomado” asegura Invernizzi.
Pozzi asegura que el partido hizo algunas conclusiones erradas: “En una situación concreta de debilidad de los militares se leyeron equivocadamente una cantidad de señales en torno a lo político-militar. Hubo algunos copamientos que se hicieron a fines de la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse que fueron sumamente exitosos. El ERP hizo asaltos de infantería y los militares se rindieron y la conducción entendió que la moral de combate de los militares estaba quebrada, sobre todo, porque los conscriptos no estaban dispuestos a combatir. Mi comprensión es que el ejercito a fines del 72 no sabia si resistir o no. Pero fue un momento muy pasajero. Una vez que asume Campora y ocurre la masacre de Ezeiza, ya hay una política concreta en su lugar y el cuerpo de oficiales ya sabe lo que va a hacer y responde a una nueva doctrina interna que refleja la decisión de combatir a la guerrilla”.
La conducción nacional le exigió a la regional que asegurara que la ocupación se realizaría sin combate, sin lastimar a los conscriptos y que eludiría todo enfrentamiento armado por seguridad de los vecinos. En este sentido, Invernizzi afirma: “Fuimos muy consecuente con la línea política. Decidimos entregarnos y no escapar a sangre y fuego. Hubiéramos superado a la policía con facilidad. Además, contábamos con equipos de apoyo fuera del cuartel”.
“Salir era imposible porque estaba todo rodeado. Por atrás, adelante, y los costados. Entonces el asunto no era resistir a tiros sino aguantar, pedir parlamento hasta que se hiciera de día”, asegura Suarez.
Otro interrogante a iluminar es por qué, a pesar de haber sido cuidadosa e ingeniosamente planificada (como se lo reconocieron los propios militares a Invernizzi cuando éste estaba en prisión) y a haber estado a minutos de haber concluído exitosamente, finalmente la operación falló. “El azar tuvo que ver bastante. El compañero que cuidaba a los colimbas se distrajo por una pavada y estos encontraron a una cuadra, un patrullero. Si iban hasta la comisaría, posiblemente hubiéramos podido irnos sin problemas” asegura el ex conscripto.
Suarez afirma: “La forma operativa la copio de lo de Rawson – la fuga que protagonizaron decenas de prisioneros del penal de esa localidad en 1972 y que culminó con el asesinato de un grupo de militantes- que me pareció bueno. Es decir, un pequeño grupo que vaya haciendo los primeros golpes, pero el plan falla cuando estábamos por irnos y cumplir con el golpe de mano, debido a los dos colimbas que se fugaron”.
La muerte del teniente coronel Duarte Hardoy.
El episodio más controvertido en toda la operación fue la confusa muerte del teniente coronel Duarte Hardoy. “Fue una tragedia. Un error de comunicación le impidió enterarse al grupo comando de Hardoy que ya nos habíamos rendido. Cuando ya estábamos en la calle desarmados, entraron por una puerta lateral y alguien le disparo. Nunca hubo voluntad real de investigar y fue cómodo achacárnoslo a nosotros. Eso sí, nunca intentaron hacerme responsable a mi. Es más, en el juicio dijeron que no fui, ni podría haber sido, ni podría haberlo evitado. Fue una muerte absurda. Además, para nosotros no tenia sentido, no nos hubiera servido para nada. La hipótesis más plausible es que fue un disparo de algún colimba nervioso” arriesga Invernizzi.
“Los militares aseguran que lo mató el ERP y este insistió en que fueron los militares. Mas allá de mi parcialidad, es muy probable que lo hayan liquidado los milicos porque la trayectoria de la bala parece indicar que venia desde la propia tropa. No había una política de ejecutar a nadie. Suárez , jefe del grupo guerrillero, me dijo que ellos no fueron, porque el tendría que haber dado la orden y jamás hizo tal cosa”, asegura Pozzi.
Efectivamente, Suárez confirma esta circunstancia: “Según lo que analiza el juez, nosotros no teníamos ángulo de tiro para balearlo por la forma que la bala atraviesa la clavícula del militar. Un compañero que por su posición, era el único que podría haber tirado, dice que de arriba de él, salió un tiro. La orden que yo había dado era que no tiraran y si lo hacían, solo para intimidar y no para matar, porque en cuanto muriera uno de ellos, nos mataban a todos, uno por uno. Nos asaltaban ellos a nosotros. Además, parece que existia una interna entre el general Sassiaín –jefe del contingente militar - y este teniente coronel y entonces Duarte Hardoy quería entrar primero en el cuartel y en el apresuramiento, puede haber habido una bala perdida del propio Ejercito”.
En su libro Monte Chingolo, Gustavo Plis Sterenberg, ex militante del ERP y participante activo del ataque al Batallón de Arsenales Domingo Viejobueno, da una versión de los hechos similar al del Ejercito: “Duarte Hardoy era un oficial entrenado en Panamá en los cursos de comandos y se había desempeñado como instructor en Fort Gullick. Su intento de ganarle de mano al general Sassiaín le resultaría fatal. Pese a la orden de tirar solo para intimidar, desde el piso superior del edificio, un guerrillero lo hiere gravemente”.
Autrocritica estrategica
Aquellos militantes revolucionarios han hecho severas autocríticas respecto de su actuación particular y la de sus respectivas organizaciones en general. Invernizzi asegura: “Nosotros desde la cárcel empezamos a hacer públicas duras criticas desde los años 80. Debíamos hacer una autocrítica. Si te pegan una paliza feroz, destruyen tu organización y le imponen al pueblo una derrota estratégica al pueblo en su conjunto, si no lo haces sos un tarado”, afirma el ex guerrillero.
La deficiente política de inserción entre las masas y el militarismo exacerbado también son motivo de un exhaustivo análisis: “Lo importante no fue la derrota del ERP, sino la derrota del movimiento obrero. Nuestra experiencia fue sobrevalorada porque fue muy mediática y trágica. Adquirimos un protagonismo que quizás no nos merecíamos. Nuestra política de masas fue insuficiente. La actividad militar era una herramienta y terminó siendo un objetivo. Tampoco me gusta la excusa de que éramos jóvenes. Es una forma liviana de deslindar responsabilidades. Hagámonos cargo, pero frente al pueblo. Nunca hicimos nada de mala leche o por interés personal, cometimos errores e hicimos macanas" opina el ex dragoneante.
Las acciones militares entorpecían y abortaban el trabajo de masas que los militantes del PRT que no pertenecían al ERP ejecutaban. Estas eran actividades de superficie y en ese particular momento estaban en constante aumento ya que la transición democrática que se registraba en el país otorgaba excelentes oportunidades para que ese trabajo fructificara. Cuando Suárez recuerda y afirma: “El ataque generó muchas discusiones. Los compañeros decían que era contradictorio con lo que yo decía. Yo venía involucrándolos para el asunto del laburo de masas y con la gente. Ellos decían que con esta acción pudríamos todo”, refleja la permanente tensión y contradicción entre el frente de masas y el militar. El propio Suárez, luego de salir de la cárcel, estaba dedicado al trabajo en las bases y tuvo que ocuparse de liderar el ataque al Comando de Sanidad: “Cuando salimos retomamos cosas. Fueron 3 meses lo mío afuera, 2 meses dedicados a limar todas esas asperezas y tratar de inculcar a la gente en este otro tipo de acercamiento con la gente. Y el último mes fue dedicado a la toma del cuartel”.
Para Pozzi, había una clara diferencia entre las conclusiones que la conducción de la organización sacaba y las acciones operativas que tomaba: “Yo encuentro en la documentación del partido, mucha capacidad de análisis del momento, de la coyuntura política, aunque lo que falló fue la decisión de lo de lo que debían hacer a partir de ese diagnostico acertado La violencia es una experiencia traumática para cualquiera, pero para quienes la utilizaron como herramienta política, adquiere una significación muy particular. Invernizzi asegura: “Para nosotros, la violencia siempre fue una cagada. Era un mal inevitable. Soñábamos con no tener que hacer acciones armadas. ¿Te crees que es lindo ser guerrillero?, es horrible es feo. Siempre había alguno que era fierrero o un psicótico. Pero la violencia era una desgracia para la mayoría”.
Arnold Kremer afirma en su libro “Hombres y mujeres del PRT - ERP” que recién en el final, semanas antes del asesinato de Santucho, la conducción del partido pudo ver que su estratégica general los conducía a un callejón sin salida: ”Hay un error en la línea política que impide al partido y al ERP reponerse y contraatacar eficazmente la ofensiva enemiga” advertía un documento del Comité Central. El jefe del PRT se disponía a dejar el país cuando una partida del Ejército lo encontró por casualidad en un departamento de Villa Martelli.
Julio Santucho, en su libro “Los últimos guevaristas”, afirma: “Si en 1973 la izquierda argentina hubiera comprendido que el ciclo insurrecional estaba cerrado y hubiese tenido la capacidad de hacer política revolucionaria en las nuevas condiciones, de elaborar un proyecto de conquistas democráticas y de disputar el consenso al peronismo en el marco democrático, la lucha armada no se hubiera prolongado después de las elecciones”. Esto no fue lo que ocurrió y tanto el ERP con la toma de Sanidad como Montoneros con el asesinato de José I. Rucci cometieron el error de continuar con su accionar militar cuando el pueblo todavía no había agotado su confianza en la clase política en general y en el peronismo en particular.
Pero tal vez donde se nota un ejercicio autocrítico más profundo es en su responsabilidad frente al pueblo, destinatario de todos los esfuerzos y sacrificios que protagonizó su generación. En este sentido, Invernizzi afirma: “No supimos entender el mundo de la política. Cometimos errores mucho más graves que haber atacado un cuartel. Uno de ellos fue darle a nuestro enemigo, que lo era también del pueblo, herramientas políticas para reprimirlo y someterlo a una derrota estratégica. Esa es la responsabilidad que más me preocupa”.